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Rubens y el Museo del Prado

Peter Paul Rubens (Siegen, 1577 – Amberes, 1640) fue el pintor por excelencia de los Países Bajos españoles y uno de los artistas más alabados del arte Barroco. Considerado de formación internacional, a lo largo de toda su carrera viajó por las principales cortes europeas trabajando en España, Francia o Inglaterra gracias a su labor como diplomático. Realizando todo tipo de obras religiosas, mitológicas paganas o retratos de corte, puede decirse que fue el continuador de la tradición narrativa clásica y de la aplicación del cromatismo veneciano barroco por excelencia.

En la primera década del siglo XVII pasó ocho años en Italia formándose en la cultura y el arte de la Antigüedad, así como de los grandes maestros anteriores como Rafael o Miguel Ángel (donde aprenderá a usar la grandiosidad que le caracteriza), de la escuela veneciana el uso del color, de Caravaggio la luz y de los Carracci la decoración de las composiciones. En sus obras, el estudio de la obra de Tiziano a través del uso del color y el movimiento unido al realismo de Caravaggio conseguirá crear un diálogo entre las figuras separadas en el espacio físico pero unidas en miradas y gestos. Posteriormente, ya con las normas del Concilio de Trento a pleno rendimiento respecto a la imagen, Rubens será excepcional en  su aplicación.

Un buen plan para estas Navidades es hacer una visita al Museo del Prado y allí pararnos a disfrutar sus obras. En la Adoración de los Reyes Magos (1609) las manchas de color se dispersan por toda la pintura a través de la pincelada suelta y las emociones inundan todos los rincones a través de la luz, ya investigada en profundidad y donde destaca la iluminación propia del hijo de Dios. Con su ampliación en 1629 esta obra se convertirá en uno de los mejores ejemplos de la condición social del artista en la corte barroca influyendo en Velázquez (el Apeles de Felipe IV), así como del conocimiento de la técnica veneciana con los ángeles superiores centrales.

En 1628 regresa a Madrid en donde tendrá una toma de contacto directa con todas las obras de Tiziano (comenzadas a adquirir desde tiempos de Felipe II) y de las cuales realizará copias apropiándose de la luz y el color con pincelada disuelta de la fase final de Rubens, en donde la última década de su carrera su obra se transforma absolutamente colorista.

Algunas copias se mantendrán al original y otras serán modificadas al gusto de la época. También podremos pararnos a disfrutar de El Rapto de Europa (1628), reproducido con gran precisión, pero sin ocultar su personalidad al modificar la gama cromática a tonos más fríos y suaves con una pincelada más suelta, así como la aplicación de claroscuros se suaviza con el sfumato o en Adán y Eva (1628), que se exponen juntas la original y su versión en el Museo del Prado, se comprueban esas licencias artísticas en la resolución de los cuerpos, su posición o volumen, así como en el significado de la obra al añadir el final de la obra. Rubens nos muestra a Adán y Eva como Cristo y la Virgen como los redentores de la humanidad y no como en el Pecado Original tizianesco.

Las siguientes obras marcarán el punto culminante de Rubens con modelos dinámicos, plenamente barrocos y con composiciones diagonales en donde todo se retuerce y el sentimiento se comprueba en las expresiones faciales. En Las Tres Gracias (1630-1635) la exaltación a la naturaleza y figura humana se realiza a través de un ritmo circular continuo en paisaje y la ondulación de los cuerpos. En La Bacanal de los Andrios aprovechará para representar la Temperantia (Virtud de la filosofía estoica) como dominio sobre la lívido, algo que dominará toda su vida y carrera mentalmente. El Jardín del Amor (1633-1634) vemos su casa representada como auténtico palacio romano (que conoce por los tratados arquitectónicos) y a él y su esposa retratados con gran lujo de detalles coloristas con toda la iconografía clásica necesaria hacia el amor con animales, personas y objetos.

Cabe mencionar también las colaboraciones en la Catedral de Amberes con El Descendimiento, en Londres con Iñigo Jones en donde la disposición recuerda a los palacios venecianos, con Jan Brueghel en la serie de Los Cinco Sentidos en las figuras humanas o con Frans Snyders en donde introduce los personajes en escenas con naturalezas muertas, así como el control que ejercía él mismo sobre los grabados de sus obras, lo que ayudó a ampliar su fama internacional.

Rubens será, tras Tiziano, el gran modelo de pintura barroca del siglo XVII para artistas como Murillo, Velázquez o Van Dyck.

¿Nos perdemos una mañana por el Prado?